sábado, 20 de noviembre de 2010
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“Se busca un maestro que sea capaz de pensar, comprender, integrarse con la pequeña sociedad que es el aula de clases, que potencie el trabajo en equipo, en pequeños grupos, y, a su vez, respete la individualidad.”
Seguimos buscando un MAESTRO: en la casa, en la escuela, en el trabajo. Buscamos quien nos guie más allá del salón de clase.
Necesitamos un MAESTRO para la vida. Alguien que, al resolver pequeños problemas de la vida, nos dé grandes lecciones.
Que al darle importancia a las palabras, que pueden ser las de cualquier estudiante, nos dé una lección de valor.
Que al no culpar a otros antes de reconocer sus propias fallas, dé una lección de justicia.
Que al enfrentar con igual serenidad los triunfos y los fracasos, dé una lección de autocontrol.
Que al hablar claro y despacio, dé una lección de paciencia.
Que con pocas palabras sencillas explique problemas complejos y de esta manera, dé una lección de sabiduría.
Que al considerar más importantes la calidad que la cantidad, de una lección de excelencia.
Que en sus buenas relaciones con los demás, y al no llevar la violencia al salón de clase, de una lección de paz.
Que al plantear problemas, seguro de haber dado previamente elementos para solucionarlos, dé una lección de optimismo.
Que al asimilar lo que lee, y al comprender que ni estas palabras, ni las de él mismo son sentencias, dé una lección de entendimiento.
Un MAESTRO que demuestre qué tan lejos está de ser un simple instructor.